El paisaje del Gran San Miguel de Tucumán atraviesa un proceso de transformación profunda y silenciosa. Allí donde durante décadas predominó el verde intenso de las plantaciones de limón, hoy crecen urbanizaciones privadas, nuevos barrios, emprendimientos comerciales y desarrollos inmobiliarios que avanzan sobre lo que alguna vez fue el corazón citrícola de la provincia.
Un reciente informe de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC) confirma un fenómeno que muchos tucumanos perciben a simple vista: las tierras productivas del área metropolitana están cediendo paso de manera acelerada al uso residencial y de servicios, especialmente en zonas como Tafí Viejo y Yerba Buena.
La ruta provincial 315, símbolo de esta metamorfosis, refleja de forma evidente cómo la expansión urbana reconfigura un territorio que históricamente respiró aroma a limón.
Un proceso que se aceleró en los últimos años
La sustitución de suelos agrícolas no es nueva, pero la combinación de factores como la valorización del suelo, la presión del mercado inmobiliario, la crisis económica del sector productivo y los cambios generacionales provocó una profundización del fenómeno. Las quintas citrícolas, antes abundantes, hoy conviven acorraladas entre loteos, avenidas y desarrollos comerciales.
Los datos de la EEAOC muestran la magnitud del cambio:
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Tucumán cuenta actualmente con 41.700 hectáreas destinadas a cítricos, de las cuales 40.100 son de limón.
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Tafí Viejo, conocida como la “Ciudad del Limón”, sufrió una caída abrupta: pasó de 5.145 hectáreas en 2022 a 4.325 en 2024, perdiendo 820 hectáreas, es decir, un 16% de su superficie en apenas dos años.
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Además, el 50% de las plantas tiene más de 21 años, un dato que anticipa decisiones críticas en el corto plazo.
En Yerba Buena, la situación es aún más marcada: quedó reducida al 2,9% de participación provincial, con apenas 1.260 hectáreas, y un 65% de ellas con más de 21 años. Sus clásicas quintas prácticamente desaparecieron tras décadas de expansión urbana continua.
El desplazamiento hacia el interior
Mientras el Gran San Miguel pierde superficie agrícola, otras zonas rurales ganan protagonismo.
Según el informe:
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Burruyacu concentra hoy el 32,3% de la producción provincial.
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Le siguen Famaillá (10%), Tafí Viejo (10%) y Monteros (9,1%).
Para Javier Carreras, especialista en Sensores Remotos de la EEAOC, la relocalización responde a una combinación de causas:
“La urbanización influye, pero también la crisis del sector y el negocio inmobiliario”.
Dardo Figueroa, coordinador del Programa Citrus, señaló que Tafí Viejo es especialmente vulnerable porque está compuesta por pequeños productores cuyos establecimientos son más sensibles a cambios económicos y presiones del crecimiento urbano.
Entre la normalidad y la alarma
Desde el sector privado relativizan la preocupación. Roberto Sánchez Loria, representante de la actividad citrícola, afirmó que el corrimiento hacia zonas rurales más alejadas es algo habitual en el mundo.
Recordó el caso de la ex Villa Marcos Paz, que pasó de ser un área de quintas a convertirse en una ciudad consolidada.
“Las tierras productivas seguirán existiendo”, sostuvo.
Sin embargo, urbanistas y especialistas advierten sobre las consecuencias a largo plazo.
Estudios del Colegio de Arquitectos señalan un avance sostenido de la urbanización sobre el pedemonte desde la década del 90, justamente en áreas donde las condiciones naturales permitieron que el limón tucumano alcanzara prestigio internacional.
La arquitecta Marta Casares explicó que los desarrollos privados buscan el atractivo paisajístico del pedemonte, pero terminan deteriorándolo:
“El arco oeste se volvió la opción más económica para loteos. El avance se intensificó con el megaemprendimiento público Lomas de Tafí, que sumó más de 6.500 viviendas. Ese movimiento cambió la matriz territorial de manera irreversible”.
Un futuro en disputa
El impacto de este proceso no es solo visual:
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se reduce el suelo productivo,
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se fragmenta el paisaje agrícola,
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aumentan los conflictos de uso del territorio,
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y se pierde identidad productiva en zonas históricas.
A ello se suma un problema estructural: Tucumán aún no tiene una ley provincial de ordenamiento territorial, lo que deja la expansión urbana al arbitrio del mercado, sin un marco claro que proteja áreas estratégicas para la producción.
Mientras Burruyacu y otras zonas del interior absorben parte del retroceso del Gran San Miguel, el crecimiento urbano sigue avanzando sin pausa.
El desafío de la provincia será equilibrar su perfil agroindustrial con un desarrollo urbano que no detenga su marcha.
Lo que se decida —o no— en los próximos años definirá si el icónico paisaje del limón logra convivir con la ciudad… o se pierde definitivamente bajo el cemento.
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El Provincial Tucumán San Miguel de Tucumán