Tras el impulso que dejaron las últimas elecciones, el presidente Javier Milei recibió un segundo envión político con el “marco” pactado con la administración de Donald Trump para avanzar en nuevas reglas de intercambio comercial entre ambos países. Aunque todavía no es un acuerdo formal, la señal diplomática es fuerte: se trata de una declaración de valores compartidos y de una sintonía ideológica que busca profundizar la apertura económica.
La letra del documento deja entrever una clara preferencia por el mercado como eje ordenador, en un contexto donde la asimetría de poder es evidente. La gran pregunta es si este acercamiento representa un compromiso equilibrado o una relación donde uno marca el rumbo y el otro acompaña por necesidad.
Estados Unidos tendrá el control del ritmo, de los plazos y de qué sectores se irán habilitando. Y en ese terreno, la balanza parece inclinarse hacia los intereses del país del norte: patentes, mayor acceso para sus exportaciones, eliminación de trabas no arancelarias y condiciones que podrían generar ventajas de hasta 6 a 1 respecto de lo que Argentina obtendría a cambio. Aun así, para la economía local no sería menor lograr la baja de aranceles en acero, aluminio, carne y posiblemente cítricos.
La reacción de los mercados fue inmediata: el clima financiero mejoró y los sectores involucrados volaron en la Bolsa, en un escenario donde el riesgo-país continúa descendiendo y se empieza a evaluar si habrá disponibilidad de financiamiento externo.
En paralelo, otro capítulo clave pasa por el tipo de cambio y las reservas. La decisión del Ministerio de Economía de mantener un esquema más controlado que libre genera tensiones conceptuales, pero apunta a evitar cimbronazos en un país con volatilidad cambiaria crónica.
El avance del acuerdo también dependerá de la política interna. Para habilitar reformas y aprobar el Presupuesto 2026, el Gobierno necesita alineamiento legislativo y apoyo de gobernadores, en un tablero donde se negocia cada voto. Mientras tanto, temas estructurales como una reforma previsional siguen sin agenda clara, algo difícil de encarar en años electorales.
La Argentina busca estabilidad, inversiones y validación de un socio de gran peso. Estados Unidos, por su parte, consolida influencia estratégica en la región. Pero, como toda relación desigual, el valor real estará en la “letra chica” que todavía falta definirse y en la capacidad del Gobierno argentino para obtener beneficios concretos.
Lo que viene será un partido complejo: diplomacia fina, negociaciones duras y una pulseada donde Milei deberá jugar su mejor estrategia para que esta ventana de oportunidad no se convierta en una simple frase hecha sobre reciprocidad, sino en resultados palpables para el país.
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El Provincial Tucumán San Miguel de Tucumán