Se calcula que en Argentina ocurren alrededor de 60 mil accidentes cerebrovasculares (ACV) por año y esta dolencia es una de las principales causas de mortalidad y discapacidad adquirida en adultos, mientras que es tiempo-dependiente porque, cuando los signos se identifican a tiempo y la persona recibe la atención adecuada en forma inmediata, las posibilidades de recuperación aumentan significativamente.
Especialistas remarcaron la importancia de reconocer los síntomas, y también de contar con un sistema de respuesta ágil, que incluya una red de atención preparada para actuar con rapidez y eficacia: esto es, desde la atención telefónica del servicio de emergencias, el propio sistema de emergencias y el manejo dentro del centro de salud, que debe estar preparado para recibir a estos pacientes.
Si todos estos elementos de la cadena funcionan en forma articulada -desde que el paciente reconozca los síntomas y que el sistema responda en forma adecuada-, se favorece que las personas reciban el tratamiento correspondiente lo antes posible. El ACV es considerado una urgencia médica y, como tal, es fundamental actuar con velocidad para tener un mejor pronóstico.
“El ACV no avisa. Se manifiesta de manera súbita y cada minuto cuenta. Por eso es fundamental que la comunidad sepa qué hacer ante un potencial cuadro de ACV y que los sistemas de salud estén organizados para dar una respuesta coordinada y veloz”, señaló la Dra. Virginia Pujol Lereis, médica neuróloga y subjefa del Servicio de Neurología Vascular de FLENI.
Los ACV pueden ser isquémicos, cuando una arteria cerebral se obstruye, o hemorrágicos, cuando se rompe un vaso sanguíneo. En ambos casos, la urgencia es la misma: la atención médica debe iniciarse lo antes posible. En el caso del ACV isquémico, existe una “ventana terapéutica” para recibir el tratamiento que ayuda a desobstruir la arteria cerebral, lo que permite mejorar el pronóstico y evitar las secuelas.
Entre los síntomas más frecuentes del ACV se encuentran la pérdida repentina de fuerza o sensibilidad en el rostro, brazo o pierna (especialmente de un solo lado del cuerpo), dificultad para hablar o entender, alteraciones visuales, problemas para caminar, pérdida del equilibrio y dolor de cabeza súbito e intenso sin causa aparente.
“No hay que subestimar estas señales. Muchas veces las personas piensan que es algo pasajero, que se les va a pasar, y demoran la consulta. Esa espera puede traducirse en secuelas irreversibles o incluso en la muerte. La indicación siempre debe ser la misma: llamar de inmediato al sistema de emergencias”, sumó el Dr. Pablo Ioli, presidente de la Sociedad Neurológica Argentina.
Además del reconocimiento temprano de los síntomas por parte de la población, los especialistas hacen hincapié en la necesidad de trabajar con una red de atención estructurada. Esto implica contar con ambulancias entrenadas para identificar rápidamente un posible ACV, brindar los primeros cuidados y trasladar al paciente al centro adecuado, donde lo espere un equipo preparado con el equipamiento necesario.
“No todos los hospitales están en condiciones de brindar atención integral ante un ACV. Por eso es fundamental que el traslado se haga al lugar correcto desde el primer momento. Esto requiere coordinación, comunicación fluida entre los equipos y la implementación de protocolos validados internacionalmente”, detalló el Dr. Ioli.
Los centros especializados deben contar con personal capacitado las 24 horas, estudios de imágenes cerebrales -por ejemplo, tomografía computada-, terapia intensiva y quirófano. La disponibilidad de estos recursos y la rapidez con que se actúe pueden marcar una diferencia enorme en el pronóstico del paciente.
Por último, la Dra. Pujol Lereis subrayó la importancia de la prevención: “En muchos casos, el ACV es evitable. Hay factores de riesgo modificables como la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo, el colesterol elevado y el sedentarismo, que predisponen a desarrollarlo. Controlarlos reduce las posibilidades de tener un evento cerebrovascular. La prevención empieza con hábitos saludables y con chequeos médicos periódicos”.
Informarse, actuar con rapidez y fortalecer las redes de atención son hoy las herramientas más poderosas para enfrentar el ACV, mientras que estar preparados puede marcar la diferencia entre una vida plena o una marcada por la discapacidad.
Fuente: NA